Saturday, February 28, 2009

Justicia divina gana por una cabeza

Tiene algo de malvado y todo de malintencionado aparecer así, en la paz de nuestras vidas para traer el dolor envuelto con una cinta roja, para traer debajo del brazo como única posesión y obsequio una colección de las peores traiciones.

Que arriesgado personaje aquel que por pretender arruinar la felicidad ajena, arruina sus propias posibilidades de recibir un mínimo de respeto y pierde por completo los afectos que antaño hubiera merecido.

Traer una bomba detrás de la sonrisa, un cargamento de mierda explosiva que cuando reviente quebrará a los tristes y les hará perder la perspectiva. Cuánta maldad elegir el día, la hora, el lugar para llegar y entregar como único regalo las imágenes de la discordia, decir un par de palabras al aire que pretenden ser balas pérdidas pero que están en realidad muy bien apuntadas.

Cuánta maldad y cuánta torpeza.

Por suerte hay pesadillas que llegan antes y nos previenen de este tipo de visitas.

Por cada puñal, una puñalada autopropinada.

Por cada bomba, una explosión autodirigida.

Por cada mala intención, un afecto que se refuerza para reivindicar el presente, para desarmar el horror, para vencer el doble sentido y leer solamente aquello que nos conviene.

Más que tener algo de malvado, aparecer así tiene mucho de desengaño rancio.

Misión incumplida.

Justicia divina, a la cabeza de la batalla.



P.

Friday, February 27, 2009

Zoología malvada

Me remito al texto anterior y pienso, en realidad no debería ser mono. Cambio de opinión, porque parece que la astucia esa que yo creía que les pertenece a los simios no es una de mis cualidades más relevantes. Además, estoy demasiado pesada para ser un mono, no podría saltar de reja a reja, a lo mucho moverme cadenciosamente entre las otras especies, fingiendo interés por sus conversaciones, hasta captar algún tema que pueda usar más tarde en su contra.
Si fuera un animal quisiera ser uno malo, no uno astuto o ágil; sino uno malo, peligroso, brutal.
No sé si en el reino animal –no sé nada del reino animal- exista algo así como una categoría: animal malo.
¿Será que se puede sobrepasar la ética del bien y el mal y solo escoger un animal nacido malo?

Cómo dice Juliette Lewis en Naturally born Killers: I guess I'm born naturally born bad.
En todos los foros los cibernautas opinan que el animal más malo es el hombre, pues que mala noticia, ahora no tengo nada más de qué escribir.

Yo lo que quiero es ser un animal malo, con garras, con alas, con un caparazón. Equipado para arrancarle la lengua a los animales pequeños.
La gente opina que no hay animal malo, sino que su entorno le obliga a ciertas cosas. Pues en ese caso mi entorno me obliga a hacer cosas terribles. Quiero ser un animal mítico, recargado de herramientas violentas y otras tantas para defenderme.
Seré algo así como un animal justiciero. Una mezcla de “brundlefly”, con las sirenas de la odisea, un monstruo arranca lenguas.
Puedo empezar siempre por ahí, el único valor agregado que parecen tener los humanos inútiles: lenguas largas y falsas. Puedo a continuación ocuparme de sus bocas sucias de dientes amarillentos. Bocas diseñadas para sonrisas hipócritas y virulentas. No tengo interés en ayudarles a salvar su corazón o su mente, quiero gritarles que se larguen mientras pueden, antes de que mis tenazas alcancen a destriparles.
Huyan, huyan ahora que aún pueden. Huyan del animal justiciero, lleno de maldad en el estómago, “naturally born bad”. Huyan sin sus bocas, sin sus lenguas, sin sus dientes, pero conserven el resto de su idiotez viva.
Quiero tener nuevas herramientas míticas para la próxima, cuando la idiotez aparezca por nuevas caricias de la maldad.
To be continued…

Sunday, February 22, 2009

Zoofilia narrativa

Me parecen de mal gusto esos relatos en los que habla en primera persona un animal. Nunca entiendo si el escritor es un zoólogo muy involucrado con el mundo que estudia, o si es un modo de ocultarse detrás de los animales para decir “animalmente” aquello tan terrible que no se puede contar en primera persona “humana”.


Me acuerdo de un cuento de McEwan, que estaba en otro de los libros que ya no tengo (casualmente cada que uso una referencia, esta ha desaparecido de la repisa, estúpida generosidad o solo estupidez). En el cuento del británico, una mujer es amante de un chimpancé, una mujer escritora es amante de este mono enorme y lujurioso. Es uno de esos cuentos crudos, si tuviera el libro aquí podría copiar algún párrafo. No me acuerdo si está narrado desde el animal, la escritora o en tercera persona, pero hay escenas enteras dedicadas a explicar el tipo de dolor, comezón, irritación y por último enfermedad que causa a la mujer fornicar con el mono. La intimidad entre ambos se vuelve cruel y sádica; y la convivencia sucia y peluda. Y la mujer se despoja de él sin más ni más, después de meses de ser amantes.

Si yo fuera un animal, estrictamente en cuanto a la incapacidad de defenderme verbalmente, o de siquiera necesitar defenderme, porque racionalmente no hay daño que me hagan que me duela más allá de la piel, tal vez sería un animal narrador, un narrador en primer persona y omnisciente.

Pero como me resultan de mal gusto ese tipo de narraciones, a menos que sean zoofilia descrita por un pornógrafo brillante, entonces no me volvería un animal narrador, pero si podría decir a manera de comparación que vivo en una jungla de hembras hambrientas y machos adormecidos por el exceso de comida.
Debe ser más bien uno de esos zoológicos viejos y decadentes, pocilgas animales; porque una jungla es más libre y tiene reglas más claras, pero este zoológico deprimente en el que vivo es la tierra de nadie.

Supongo que yo sería un mono, el más ordinario de todos. Y entre el público que visita mi jaula están siempre los tigres viejos esperando que sus garras lentas y sus reflejos torpes puedan atraparme y servirse mi horrible cadáver con forma de feto humano. Los monos según he podido ver en los detestables y apestosos zoológicos, son los más ágiles y sucios. Son como jugadores de póker, elegantes en su suciedad, siempre arranchándole la comida a los visitantes, siempre trepando más lejos de los límites de sus jaulas inmundas.
Ningún tigre viejo puede comerse un mono, o tal vez pueda pero seguramente primero se quedaría sin ojos.

Yo nunca escribiría un texto que diga “Soy un mono”. Pero puedo perfectamente decir, si fuera un mono los tigres y los jabalís, y las hurracas y los animales de la granja…Todos deberían dejar de subestimar al mono y estar asustados… "Be scared, be very scared”…Porque la carne de mono debe es más dura de roer de lo que se imaginan.

To be continued…

P.


*El libro de cuentos de Ian Mc Ewan se llama Entre las sábanas.

*La foto es mía, sabía que algún día iba a servir para algo ir al zoológico.

Monday, February 16, 2009

Freaking Valentine

Frente a mi ventana hay una valla enorme colocada sobre la autopista. Una entre docenas que abarrotan la ciudad. Pero ésta, de unos 10 metros de ancho por cuatro de alto, me mira todas las noches cuando me asomó al balcón. En realidad los que me miran son dos gringos guapos, una hermosa pareja de dientes blanqueados. Ni siquiera me miran, sus ojos azul verdosos atraviesan mi ventana, sus ojos cargados de ilusión recién pagada con Mastercard, miran hacia el infinito. Abrazados y refugiados en sus abrigos “North Face” y en toda la indumentaria para esquiar –tan propia de Quito-

La valla está iluminada con varios reflectores enormes. Una noche mientras fumaba en el balcón logré distinguir una sombra que se cruzaba en el cuadro del “amor a la americana”, una mancha oscura que bajaba y subía. Se trataba de una mariposa, seguramente grande y valiente, para haber llegado tan alto y para buscar calor en uno de esos focos de 500 vatios. La vi subir y bajar, una, dos, tres veces…su sombra ascendía, se extendía, se estiraba…divertido vuelo que duró aproximadamente, lo que según yo, debe durar el amor a la americana, unos 45 segundos.

Lo próximo que vi fue un humo blanco que se mezclaba con la neblina capitalina y juro que si no hubieran pasado tantos autos por la avenida hubiera podido escuchar un: ¡chis! prolongado y húmedo como el de la plancha de vapor.

Ese tremendo acto heroico me dejó pensando en la mortalidad de los insectos, en la mortalidad en general y específicamente en la mortalidad del amor. Por un lado, pensaba que eficiente tener focos tan poderosos en todos los rincones de la casa y encenderlos cada que una babosa, araña o alacrán se atreva a cruzar los límites entre el sifón y los dormitorios. Las vería llegar, me instalaría detrás del reflector y cuando la proximidad sea precisa encendería…¡Chis! nubes calientes de vapores insectívoros.

Sobre la mortalidad en general ya no recuerdo que pensé.

Del amor específicamente, me inventé una metáfora más bien ácida y apropiada para los valentines. Cualquiera que busca calor de ese modo: grande y valiente….subir y subir y subir para llegar a un sexto piso y luego estrellarse directamente contra la luz es un héroe, un héroe bastante estúpido que se quemó a los 45 segundos de amar.

¿O más bien será que todo amor es así? Luz y calor, espejismo de luz y calor, espejismo de luz y calo…¡chis!... finalmente todo bicho que busca calor está destinado a morir a la brasa.
Solo el “amor a la americana” se salva. Mientras yo contempló estupidizada a la mariposita que muere y pierdo aproximadamente tres horas en reinventar “la mortalidad del insecto”, la pareja de la valla sigue mirando al infinito, totalmente ajena al cadáver de mariposa incinerado a sus pies y con la misma sonrisa diamantina en la boca…imperturbables, no como yo, perturbada por una valla, un bicho volador y un maldito san Valentín.

Creo que es mejor alejarse de las ventanas, cerrar las cortinas y esconderse de la publicidad.