Monday, May 29, 2006

Ojos que no ven presienten




He recorrido todas las avenidas de la pena, he ido y regresado del infierno de las calles empedradas recogiendo una a una tus pisadas en el pequeño ataúd de mi nostalgia. Me he asomado a todos los espejos, ventanas, vitrinas donde pueda recuperar el sentido de tu reflejo; exhalo un vaho caliente y con una manga de mi abrigo lo retiro y tu imagen se diluye.
He navegado en sueños tormentosos y con una red he atrapado tu nombre, tu sonrisa, tus negativas y las he sumergido en mis lágrimas hasta dejarlas sin aliento.
Pero mientras más me alejo de tu imagen más renuente es la memoria, más imperante la nostalgia, superlativamente mayor el deseo de rendirme en la batalla contra la memoria del desamor.
Me he arrancado los ojos para no encontrarte en mis retinas, para olvidar tu palidez, la medida exacta entre tu quijada y tus labios.

Suponía que al borrarte, moriría el deseo, pero han pasado los meses, llevo un parche en cada ojo y tu estampa sigue intacta. El lunar sobre el borde de tu labio como una estrella, como una marca en la brújula me lleva inevitablemente de vuelta a la perdición. Parto desde él para alcanzar con las yemas de mis dedos tus parpados semiabiertos, resbalar la mirada hacia el capricho de la curva de tu nariz e ignorar por completo tu ausencia; mientras dos ojos menos me dan la certeza de una demencia inescrutable y un final imposible.