Thursday, December 11, 2008

Calor seco, humor seco

Hay algo en el calor seco de esta ciudad que hace que los dedos se me hinchen. Hay días como hoy que sería mejor quedarse en cama para no exponerse a este aire tan seco. El sol crudo, el aire denso que me golpea en la cara apenas abro la puerta.
Siento como si respirar fuera difícil, como si todo estuviera hecho de cartón, un cartón tieso, café oscuro y manchado con residuos de comida podrida… Las paredes, el suelo, el pavimento, la cara de mi vecina, todo es de cartón y el aire pesa, se impregna en mis manos que se vuelven pegajosas, rojizas, cada cutícula de cada dedo en carne viva.

A duras penas logro convencerme de dar el paso y salir a la calle. Avanzo con dificultad por las calles, el asfalto se me pega en los zapatos como chicle viejo, la persistencia del sol y de las bocinas enfurecidas por avanzar a ninguna parte se me clavan en la cabeza. Los labios rotos empiezan a dolerme.

Todo este malestar es como un enorme plástico en el que me envuelvo, cada capa me aísla del asco y me asfixia a la vez. El aire seco, el calor seco como una maldición muy poco concreta, cómo una venganza sin una víctima específica.

La ciudad, el desamparo ambiental y los días impares nos odian a todos, pero nos atacan solo a algunos: a los más cínicos, a los desempleados, a los perezosos, a los que tenemos una agenda oculta para destruir el mundo y otra más discreta para acabar con las excesivas demostraciones de amor, la navidad, las amantes de todos los parientes del sexo masculino y ese modo absurdo de hacerlo todo a destiempo.

Friday, November 28, 2008

La más útil de lo inútil

Soy perfectamente capaz de ocuparme de todas las cosas prácticas de la vida y absolutamente incapaz de encontrar una palabra para iniciar una frase, para continuar con un párrafo, que narre un evento por mínimo que sea.

Soy la persona más útil para encargarse de todo lo inútil…alguien debe hacerlo, pero finalmente quién diría que esa persona iba a ser yo.

Amanezco con la palabra en la punta de la lengua y a medida que avanza el día esa infame palabra de cuatro o cinco letras, esdrújula, importante, amenazadora, palabra que será sucedida por obras de arte, por sentencias poderosas, por ideas que resucitan a los muertos y sacuden a sus viudas, y organizan funerales elegantes para incrédulos…nada de eso sucede.

Me levanto con la palabra clavada entre los dedos y mientras me desperezo empieza a perder su gracia. Me arrastro con dificultad hasta la ducha, repto por las cortinas color salmón y con el primer chorro de agua directo en la cabeza, la palabra se ahoga y se va por el sifón.

Es un día nuevo. Otro montón de cosas inútiles que alguien debe hacer. No hay alguien más, soy yo. Una vez muertas las palabras el día empieza con regularidad.
Café con leche e inicia la lucha con la desagradable luz del día, con las motas de polvo y pelos que se acumulan en todas las esquinas, con las telarañas de los vértices más altos entre pared y techo. Las migas de pan (pena) y las manchas de jugo seco, dulce y pegajoso en el mantel de flores.

Existen escobas, insecticidas, sal para babosas, paños ultra absorbentes, guantes de plástico, miles de herramientas para combatir a las palabras escurridizas, a las versiones estéticas de una vida improductiva y llena de pensamientos sin la utilidad correcta.

La vida práctica hogareña se cierra con dos candados y tres vueltas de llave que me expulsan a la calle.

La calle es el caos: los redondeles, los limpiaparabrisas, el maquillaje inacabado, los pasos zebra, los letreros con faltas de ortografía. Alguien debe hacerlo…romper la calle y hacer una nueva, derrumbar los redondeles, apuntar con un arma a los dueños de los semáforos, inventar un maquillaje listo para usar, acabar con los peatones ciegos y conseguir un marcador enorme y rojo para corregir todas las palabras del mundo útil. Alguien debe hacerlo.

Yo soy alguien perfectamente capaz de destruir el mundo, de matar arañas, recoger los pelos que tapan el caño, preparar fideos de 3 minutos, en 5 para que parezcan comida, frenar a raya para no matar idiotas que cruzan cuando el semáforo está en verde. Puedo negociar con los vendedores o ignorarlos sin miedo, muriendo de miedo. Puedo incluso imaginar que tengo suficiente fuerza para tomar un pico y arrancarles pedazos a los redondeles.

Pero no puedo escribir ni una sola palabra, no puedo pensar siquiera una palabra que salga con vida, que sobreviva a la practicidad de los días, que me alivie de la angustia de esta intrascendencia tan operativa.

Padezco de anorexia mental, de anemia estética, de abulia consagrada a los hábitos ordinarios, a las banalidades, a un secreto deseo de transgredir la disciplina artística desde la tina de baño donde restriego azulejos con productos abrasivos.

Soy incapaz de una palabra, soy incapaz de talento, pero nadie me gana en la memorización del calendario para sacar la basura o el reconocimiento de la densidad exacta del cepillo de una escoba para cada tipo de piso.

Y nadie me gana en esta farsa dolorosa y mortificante de ser la persona útil sin alma, ni nada que decir.

P.

Thursday, November 20, 2008

Fin de la edad del burro

Cómo un año chino o como la preadolescencia, cómo una era en la que plutón ya no es considerado un planeta, cómo los horrorosos años de colegio… los días del ‘burro’ llegan a su fin.

Vuelvo a mi vida después de un viaje largo y tortuoso, llego a mi casa para abrir las ventanas, sacudir el polvo, sacar los cadáveres de debajo de la cama y ponerlos en la basura junto con mi última caja de decepción caducada hace meses.

Las historias que viajan en la maleta de los últimos años son una especie de botín robado en un mercado de pulgas y entre los trapos se esconde una que otra escena de valor que rescato con cuidado, separo y archivo, mientras lo demás se quema o se ahoga dependiendo de su capacidad inflamable.

Todo lo que pudo ser…no fue…afortunadamente.

En el viaje, mientras sentía que ascendía por carreteras infinitas que iban al cielo, pero seguía llegando inevitablemente siempre a los mismos infiernos, me encontraba en el camino con un burro: un burro solitario, despeinado, parado en la mitad de la vía entre la nada y el barranco. El burro que no ve, demasiado pelo tapándole los ojos. El burro que no oye, demasiadas motas viejas, nunca trasquiladas, haciéndose un nido de silencios en sus orejas puntiagudas. El burro que no siente, no respira, no se mueve cuando me acerco de frente y a una distancia imprudente entre él, el abismo y yo, me atrevo a tomarle la fotografía más frívola de la historia animal para poder llevarme del páramo la escena más parecida a mis escenas internas.

El burro me acompañó en el viaje más triste e inútil. En los días del burro todo fue rebuznar y ahogarse. En la edad del burro todo fue equivocarse con saña y afán de convertirse en mártir.

Llegar a casa, dejar que el burro regrese a la suya. Llegar y retirarse con mucho cuidado las dagas del martirio una por una y dejar que las heridas se ventilen.

Todo lo que nunca pensé que podía ser…Es…quién diría.

El fin del viaje, la hoguera hecha de equipaje y cadáveres, el regreso del burro a su hábitat natural me hacen sentir que de no haber confundido tanto los caminos durante el viaje, nunca hubiera sabido cómo llegar a casa…y ya he llegado.

Friday, October 24, 2008

El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el
áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena
amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de
mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por
las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges

Monday, June 30, 2008

Ficciones para perder concursos

Mi maestro de las letras Ángel Grau siempre nos decía que los concursos literarios son una mierda, pero a la vez nos invitaba siempre a participar en ellos, a escribir cuentos y enviarlos a concursar. Él pensaba que eran, después de todo, una especie de medidor para saber que escribe otra gente, (la gente que gana al menos, porque de los que pierden, sus sobres anónimos deben ser quemados o reciclados.)

Hace poco y creo que por primera vez me decidí a escribir para un concurso de cuento. El ejercicio de escritura no es el mismo de siempre porque uno no puede evitar pensar en el premio, en el jurado, en quién lo leerá y si ciertos ingredientes pueden hacer de la prosa una prosa vencedora.

Después del primer cuento me di cuenta que estaba muy involucrada a nivel personal y que eso no podía ser bueno. Después de la segunda, me di cuenta que el sarcasmo extremo y la fantasía sacrílega tampoco eran fórmulas ganadoras.

Al menos me divertí pensando que aunque pierda iba a haber algún miembro del jurado conservador indignado con mi trabajo y otros que les debió parecer una basura cursi.

Al fin, no supe nunca quién ganó...concurso de élite que ni siquiera hace anuncios públicos, ni siquiera se dan el gusto de decirte perdedor.

Yo en mi estado de ánimo macabro de fin de mes me declaro oficialmente perdedora literaria y publico mi mal gusto en prosa en el único posible lugar publicable...este blog.

A continuación les regalo dos cuentos perdedores: 'Cristo, mi mujer y el azar' e 'Insomnio traidor' dos inclasificables del mal submundo de las letras.

P.

Cristo, mi mujer y el azar

Al parecer él siempre estaba preparado para negociaciones de este tipo porque, sin decir gran cosa, de repente armó un escenario de juego. Nos habíamos citado en un bar de mala muerte, que era más bien una despensa de barrio, en la que la dueña había instalado un par de mesas para servir cervezas a los estudiantes del sector. Cuando yo llegué él miraba las opciones de una rocola moderna y luminosa mientras tomaba lentamente una Coca cola. Me acerqué y le dije: “La bendición Señor”. No era mi intención faltarle al respeto, pero no pude evitar el tono de burla. Él lo notó y me miró con extrañeza y algo de desprecio. Me estrechó la mano y me dijo: “Dime Jesús, hijo”.

Nos sentamos en dos taburetes de plástico, la tendera se acercó parsimoniosa a la mesa mientras con la mano derecha se pellizcaba entre las nalgas acomodándose la ropa interior: “¿Qué les sirvo?” “A mí una cerveza”, le dije… “¿Y al Señor?”... “Otra Coca cola”.
Mientras esperábamos las bebidas en silencio me deslumbró con la escenografía del juego. Sacó un tablero forrado con paño verde brillante que ocupaba toda la mesa. Una vez con el tablero armado, Jesús me dijo: “Espero que entiendas que generalmente no pierdo y que en realidad, no es común que haga esto, pero el alma que jugaremos vale la pena no sólo la partida, sino el valor de las Coca colas, unas cuantas canciones en la rocola y la gloria eterna”. Permanecí en silencio.
No esperaba escuchar algo así de un hombre en camiseta blanca, repleto de llagas y que mientras lo decía sacaba de su bolsa una corona de espinas y se la colocaba en la cabeza.

El asunto era complicado: Íbamos a jugarnos a la mujer que yo amaba. Única mujer escéptica que quedaba en el mundo, dueña de una inteligencia privilegiada, un cuerpo agraciado por la lujuria, pero lastimosamente había caído en desgracia. Yo la había traicionado y ella había amenazado con buscar consuelo, venganza y redención convirtiéndose al Cristianismo. Cuando empezó a ir los sábados al culto pensé que se burlaba de mí. Pero luego su vocabulario empezó a cambiar, su actitud era pasiva, su libido había abandonado el hogar y un día me dijo: “Me voy a un concierto”. Yo la seguí en secreto y la vi llorar de devoción con una versión rock balada de ‘Cristo vive en mí aleluya’. Fue cuando asumí que la había perdido.
Me costó mucho trabajo conseguir la cita con Jesús, pero estaba convencido de que la amaba y no la iba a perder de ese modo tan indigno y vanguardista. Entonces, aunque yo ya llevaba las de perder luego de las lágrimas en el concierto de rock, decidí jugármela. Si ganaba, le entregaría al Señor a mi madre, comunista recalcitrante. Él siempre la había querido para él, yo en cambio estaba listo para perderla.

El juego de las almas perdidas en el Cristianismo era sencillo, tal como el monopolio, pero se jugaban recuerdos, momentos en la vida de la persona en cuestión sobre los que cada jugador sabía más. El ganador sería el que acumule la mayor cantidad de propiedades emocionales.
En las categorías infancia y adolescencia perdí sin contemplaciones. Dos propiedades contra millones. Yo no tenía idea de su pasado oculto, de los sábados de catecismo, de las piedritas en los zapatos, del llanto arrepentido luego de cada beso con lengua. Cuando llegamos a la curva de la universidad Jesús se terminaba su tercera Coca Cola y su camiseta blanca tenía grandes manchas de humedad. Había empezado a perder gracias a la marihuana, un profesor de filosofía, una iniciación sexual radical y grupal, y mi aparición rotunda en su vida. Jesús se molestó con ella y giraba la ruleta con fastidio. Hasta que encontró su talón de Aquiles: mi infidelidad. Maldije la hora en la que conocí a esa artista conceptual con la que me acostaba por esos días. Yo pensaba que ella no se había enterado. Llevábamos la vida como siempre. Ahora entiendo todo. Cuando yo iba a ver a mi amante, ella iba al culto. Entonces Jesús asestó uno a uno todos los golpes, se llevó todas las emociones y yo me quedé con un par de trapos sucios de otra época en la que ella aún me amaba.

-Parece que todo está claro ahora, ¿verdad hijo?
-Pero si ésta es la única mujer buena señor, no deberías hacerme esto.
-Yo opino igual hijo, por eso creo tú y tu madre deberían unírsenos y eso pondría fin a tu dolor y soledad.
- Aunque deba empezar a acostarme con mi madre muy pronto, no Jesús gracias. No es una opción. ´

Retiró el tablero, se secó el sudor, se quitó la corona de espinas, nos estrechamos las manos. Él salió primero, mirando a un lado y otro de la calle antes de cruzar. Yo me quedé a tomar otra cerveza y confirmar que la rocola solo tenía música cristiana.

Insomnio traidor

Abro los ojos y exhalo profundamente. Por la ventana a medio cerrar entra una corriente de aire frío acompañada del ruido de la calle húmeda, de los charcos de lluvia salpicados con los restos de la llovizna. El dormitorio está apenas iluminado por la poca luz de la calle que atraviesa las cortinas anaranjadas y amarillas, una sábana de circo parchada a conveniencia para efectos de iluminación. Mi piel pálida bajo el efecto amarillento tiene un tono más cálido y tu espalda morena brilla bajo la luz naranja.

Tu respiración se entrecorta con silbidos agudos. Algún día tendrás que romperte la nariz a ver si así dejas que te coloquen el tabique en el lugar correcto. Me desperezo lentamente, me apoyo sobre el hombro para separarme un poco de tu cuerpo y en silencio te miro dormir, única actividad del día en la que no hay confrontaciones. Tu ojo izquierdo me mira sin querer, tus párpados no se cierran del todo mientas duermes. Debe ser tu modo de vigilar, de demostrar desconfianza continua.

Me siento contra la pared fría y recorro tu brazo descubierto con los dedos del pie. Es extraño cómo a tu lado el sueño resulta tan poco conciliador y detesto admitir que la filosofía de mi madre era verdad: “Hombre con el que no se puede dormir, no se puede vivir”. Aunque al principio, lo que menos me interesaba de estar a tu lado era el sueño. Lo único que deseaba era mantener vivo el ritmo extasiante de tu cuerpo, la velocidad de tu pensamiento, la intensidad con la que destruías el mundo en pocas palabras.
Te rozo con los dedos de mi pie y tu respiración cambia ligeramente, se suaviza un instante para dar paso a un resoplido feroz.

Cómo quisiera empujarte con el pie, ocupar toda la cama para estirarme, doblar las rodillas, acomodar el brazo debajo de la almohada y una vez cómoda mirarte a los ojos y decirte: “Voy a dejarte” “Esta vida es un infierno”.

El frío de la madrugada se intensifica, el dormitorio casi en penumbra y tu naturaleza muerta, pero ruidosa, mantiene intacta su postura. Tengo la espalda gélida y las piernas acalambradas. No puedo vivir así. Todo lo que quisiera es dormir. En realidad, lo que quiero es irme, dejarte. Estiro un poco la cobija para cubrirte la espalda y de repente giras hacia mí, murmuras algo, te rechinan los dientes, pateas las sábanas y tu brazo enorme cae pesadamente sobre mi regazo. Sigues dormido.

Una luz tenue anuncia el amanecer, el fin de otra noche sin sueño. Tengo la cabeza pesada, el insomnio es como una niebla espesa que dificulta la concreción de las ideas. Sin embargo, encuentro en el camino las pisadas ajenas que me devuelven a la realidad. La claridad me enfrenta a tu espalda descubierta y a las mal disimuladas pisadas ajenas. Nunca tuve las uñas largas, por eso me quedo en silencio cuando me responsabilizas de los arañazos que decoran tu naturaleza muerta, muerta para mí, pero cuyo cadáver continúa durmiendo a mi lado y vigilándome con los ojos a medio abrir.

Aunque al principio, lo que menos me interesaba de estar a tu lado era el sueño, ahora preferiría cualquier pesadilla mediocre a este insomnio incómodo, intermitente y plagado de confesiones: las de tu cuerpo dormido poseído por huellas ajenas.
Ahora, cuando todo lo que quisiera es dormir, dormir para alejarme de tu espalda arañada, de la traición que duerme en mi lugar, de la intensidad con la que me destruyes en pocas palabras. Ahora que quisiera soñar, ahora que estoy dispuesta a dejarte, ahora como todas las noches cuando empiezo a tener el valor de empujarte de la cama con el pie…ahora, amanece.

Saturday, May 31, 2008

Jugar a vivir

Hace casi 9 meses cambié la estabilidad laboral (rol de pagos, quincenas, turnos de fin de semana, informes, timbrar tarjeta, etc.) por una rutina más dinámica e intensa, pero que a la vez genera gran cantidad de incertidumbre y prolongados momentos de ansiedad. No me arrepiento del cambio.
Gracias a mi renuncia voluntaria, decisión que me tomó más de tres meses y que me amargó por lo menos otros 4, pude involucrarme de lleno con las cosas que me gusta hacer al 100% . Pude trabajar en dos festivales de cine, escribir decenas de artículos como freelance, editar 4 revistas, hacer mis eternamente postpuestos cursos de fotografía, pude al fin conocer el Quilotoa, subir el Cotopaxi, ir a la playa...incluso pude darme el lujo de enfermarme, ir al hospital, estar en cama casi 15 días y en casa casi un mes...

Los privilegios del semiempleo-semidesempleo son muchos y variopintos. Aunque a veces también creo que de haber tenido menos tiempo libre hubiera conseguido saltarme con más facilidad algunos episodios miserables y dolorosos en mi vida, hubiera podido encerrarme con más astucia en esas rutinas esclavizantes periodísticas de 8 a 12 y quizá hubiera sido inmune por completo a las trampas de los afectos contaminados.

En fin, todo ha sido nuevo, nada ha sido fácil. Y muchas veces estuve a punto de perder la fe.

Hoy, si escribo estas líneas que parecen tan personales, debe ser porque me siento en confianza, porque he liberado mis tensiones de los últimos 9 meses, porque he escupido hasta la última maldición y ya no tengo esa sensación de extraña inutilidad rondándome y sobrevolando todas mis acciones.

Como si se tratara de un juego, de una luz a media noche, de uno de esos pensamientos brillantes que uno tiene de vez en cuando se me ocurrió que si hago lo que sé hacer, lo que me gusta y trato de que me paguen por eso tal vez todo en la vida tendría más sentido y gracia. Parece una tontería darse cuenta de algo así, es decir parece obvio. Pero para mi ha sido un proceso casi infame, esto de sufrir, subestimar, anular por completo los talentos propios en función de las rutinas de mierda de la gente exitosa.

Dejar de compararse en principio sirve para sentirse más liviano. Y luego tener la certeza de que uno tiene la capacidad de ser distinto.

Al fin encontré el domingo pasado a Cultura Intensa en mi imaginación. Sin consultar nada a nadie, sino apenas una breve opinión a mi hermana sobre el nombre, cree hasta las 2 de la mañana una "empresa", un proyecto cultural...que supuse que sería buena idea. Me pasé la noche haciendo envios de mails, creando el blog, ingeniándome lo que iba a vender y ya! En la mañana recién me di cuenta de todo, porque el Alejo, el David y la Cross, mis tres socios y mejores amigos, me hicieron caer en cuenta que les había puesto como parte del directorio y no les había contado nada.

Bueno al final esto no interesa demasiado creo, solo que siempre soy autoritaria, impulsiva, impaciente....intensa.... y que por eso, decidí casi sin querer darle un giro a mi vida y de paso a la de mis amigos y familia. Claro, vale mencionar que todos están contentos con la idea, por suerte. Y es que también, creo que al reconocerme a mi, he reconocido también los talentos de mis amigos y lo absolutamente imprescindibles que son ellos -y sus talentos- para mi y para cualquier proyecto de vida.

Entonces la cosa es así, los 9 meses pasados, miserables y buenos a medias, ahora tienen sentido. Tengo para presentarles este proyecto que me hace por primera vez en mucho tiempo sentir dueña de mi vida, de mis emociones, dueña de casa, incluso me siento por primera vez dueña de este blog...puedo escribirlo sin que me importe que sea íntimo, que sea cotidiano, que parezca un diario...no me interesa por primera vez guardar una apariencia seudo profesional, seudo intetelectual...ni nada de nada....!

Estoy libre y ando descalza en esta mi casa, para contarles a todos los que a veces me vienen a visitar que acabo de empezar un proyecto de vida y profesión que tiene sentido y que me llena de bien.

Entonces bueno, es eso...

Les presento Cultura Intensa, mi-nuestro proyecto de gestión y difusión de las manifestaciones artísticas en el Ecuador. Pueden visitar el blog para conocer mejor la empresa e incluso si llegaron hasta aquí... y tienen algún proyecto artístico que necesita una mano...bueno me escriben!!

Al fin amigos...el juego estúpido este de vivir, se juega con las piezas que a mi me da la gana!

P.

Del corpus y el resto

El fin de semana pasado nos fuimos a Pujilí para no perder la oportunidad de ver la fiesta del Corpus Christi. Me sentí feliz como en mucho tiempo no me había sentido. Suena sencillo decirlo de ese modo, pero en realidad me sentí extasiada por todo lo que veía, la idea original de tomar fotos fue solo pretexto al fin, porque no pude concentrarme demasiado en la fotografía estaba distraída con tantos colores, con el olor de los cueros fritos de venta que pasaban y repasaban por donde estabamos en una enormes fundas de plástico, con las bandejas enormes de chochos con tostados y encebollado, con las sonrisas coquetas de cientos de bailarinas, con las decenas de ritmos musicales, la vida...la fiesta colorida en plenitud.

Aunque he ido mil veces a las fiestas populares en mi natal Latacunga nunca había ido a Pujilí y salvando las diferencias me quedé asombrada de la belleza de fiesta popular no contaminada por el exceso de alcohol y turistas, sino más bien una celebración íntima y absolutamente próspera.

Éxtasis entre ponchos, sombreros, chales, brillos...una especie de purga, de exorcismo contra el mal aire de la ciudad, la desazón de la rutina, las grietas en el espíritu...

Una que otra foto que no dice casi nada de lo que sentí...

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Rostros del Corpus christi

Friday, May 16, 2008

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Costanera

Tuesday, April 29, 2008

El piscinazo


Preámbulo a la felicidad

El piscinazo


Diversión en general

El piscinazo


La dicha del clavadista: cerca del cielo a un salto del agua

El piscinazo


Coqueta y sin dientes

El piscinazo


Tímido

El piscinazo


En remojo

El piscinazo


Curiosa

El piscinazo


Musculatura acuática

El piscinazo


Paseo en familia con el nuevo sobrino

El piscinazo


Carlitos, vive con su abuelita. Su mamá está en España

El piscinazo


Entre semana trabaja con su mamá vendiendo Comercio

El piscinazo

Extraña melancolía infantil

El piscinazo


Empacando para irse

Monday, April 14, 2008

Los hijos ajenos

En dúo

Los hijos ajenos


Blancanieves

Los hijos ajenos


Geisha

Los hijos ajenos


Princesa

Los hijos ajenos

Los hijos ajenos


En competencia

Los hijos ajenos


En dúo

Los hijos ajenos


Diversión enjaulada

Los hijos ajenos


Alegría en lodo

Los hijos ajenos


En pies...

Los hijos ajenos


En pies...

Los hijos ajenos

Lindas cochas

Nocturnos


Solitario a la espera...