Sunday, December 10, 2006

Periodismo para idiotas...hecho por encargo


“Cuando Kurt Cobain murió en 1994 yo usaba zapatos Converse. Los míos eranazules, con la punta blanca y de caña alta, los de mi hermano verde militar y bajos, los zapatos eran lo más importante del look grunge, y para complementar el corte de pelo tipo hongo, blue jeans, camiseta blanca, o de cualquier color y encima, la camisa de cuadros de franela.Ahora, veo a mis alumnos en la universidad - recién salidos del colegio -todos usan zapatos Converse con variaciones distintas a las de antes. Laschicas los llevan de colores pasteles, algunas les añaden botones, otras cordones multicolores y no faltan las que tienen la versión militar. Los varones los llevan más sobrios, la mayoría negros, el asunto es que de 35 al menos 30 los usan casi a diario y estoy más que seguro que ni la mitad tiene idea de quién es o fue Kurt Cobain, y los que saben lo consideran un clásico”.
P.
Cortesía Gustavo Figueroa...
...si usted considera que esta entrada no tiene sentido... estamos de acuerdo en algo...

Sunday, November 26, 2006

Babyface y la moneda

Babyface me mira a las ojos con cara de desvalida. Le encanta hacer ese puchero con el que cree que todavía puede robar, indiscriminadamente, la atención de niños, ancianos y hombres en edad casadera. Pero a mi manera de ver, nunca estuvo demasiado convencida de ninguna cosa y ella lo sabía...¡Exactamente! Sabía que nunca tendría certezas por lo que desde hace meses llevaba siempre atada a la pulsera de cuero que usa a diario, una moneda - un sucre para ser más exactos – con la que decide todo aquello que puede ser trascendente. Había días, desde que quería ser vegetariana, en que paseaba por el mercado, desataba con la mano izquierda el lazo de la pulsera, tomaba la moneda, y empezaba a sacudirla en su puño cerrado como si fuera un dado. Y luego la arrojaba al suelo, – sistema particular, inventado por ella- se ponía de rodillas y analizaba la decisión de la moneda. Si se trataba del escudo de armas, el cóndor le decía que continúe comiendo carne, si era el Mariscal Antonio José de Sucre, sería cóndor lo que coma en la próxima semana.
Ahora me mira y sus ojos desvalidos empiezan a temblar a punto de las lágrimas. Babyface sacudía la moneda en su puño diminuto cuando yo entré sin golpear a su dormitorio. No estaba muy seguro de cuál había sido la pregunta que formuló, pero cuando abrí la puerta se asustó y la moneda cayó de sus manos al suelo. El puchero se intensificaba y se hacía más patético, mientras se arrodillaba en el piso de madera, para confirmar que la moneda había caído por un hueco. Ambos escuchamos el golpecito, el tintineo al caer, pero sabíamos que sería imposible conocer la decisión de la moneda. Y detrás de Babyface colgaba del techo un nudo infantil, y a su derecha sobre la mesa de noche, la felicidad.


P.

Idea cortesía de C. Rendón, babyface

Thursday, November 23, 2006

Discretos fetiches romanos

Empiezo el día con Atalaya tocando a mi puerta. A través del cristal manchado con las huellas de algún niño que tenía las manos sucias de caramelos veo como se acercan dos mujeres con atuendos absurdos de campiranas en la mitad de la polución. Vestidos de flores, largos hasta las pantorrillas con botones desde el cuello camisero que bajan hasta las rodillas y luego una costura floreada también. Presiento el motivo de su visita y me siento tentada a no atender la puerta, pero lógicamente me ven recostada en una silla por los huecos transparentes que dejaron las manchas de caramelo y tengo que entreabrirles para comprobar que además emanan un olor floral, agua de colonia de a cuatro centavos el cm cúbico. Quien se acerca es un mujer pequeña, debe llegarme al cuello y me inyecta vampiresca su mirada de temor a cristo en la yugular. La otra se queda prudentemente a cinco pasos de la mujer vampiro, sostiene las dos sombrillas – campiranas – y vigila por si hay perros, hombres con escopetas, bandidos con un costal a la mano para secuestrarlas, por qué claro, eso ha sucedido antes a otras hermanas de la comunidad mientras compartían – bendito sea- la palabra del señor.

- Le he traído un mensaje muy importante

- Sí, de que se trata

Pregunto con un cinismo que empieza a dibujarse en mi rostro como esas sonrisas de mal gusto que tienen los que le dan una mala noticia a un desconocido.

- Permítame mostrarle

Saca de una carpeta enorme una de esas revistas... Atalaya. No le permito que se acerque más y prácticamente tiene la portada luminosa de un cristo en ascensión a los cielos en mi cara.

- Disculpe no es de mi interés

- El mensaje de dios es del interés de todas las personas

- No de esta persona en realidad

- Al menos permítame...

- No señora, no gracias

- Asegúrese de leer la Biblia al menos

Sus últimas palabras, mientras guardaba la revista de vuelta en la carpeta y empezaba a voltearse para reemprender su caminata por la campiña del señor, me hizo recordar mi profundo fetichismo religioso de antaño.

- Espere por favor le digo

Parecería que sonríe y que cuando lo hace tienden a ponerse un poca bizca. Dejo la puerta abierta, busco detrás del escritorio en un cajón mi cartera. Estoy segura que de otros tiempos me debe quedar el gesto, casi imploro que me haya quedado en algún resquicio el arma adecuada. Busco en la billetera, detrás de las tarjetas de crédito - la fe verdadera - una estampa de José María Escrivá de Balaguer, reliquia moderna para matar vampiros. Lo tengo!

Sostengo la puerta otra vez, la abro lo suficiente como para dejar pasar al santo del Opus Dei con su enorme aura recién estrenada en el Vaticano.

- Disculpe la demora, yo también quiero compartirle un mensaje.

Le extiendo la mano con el puño casi cerrado para que no vea de que se trata y le pongo en las manos el antídoto.
Me alejo un poco de la puerta para ver su reacción. Voltea la estampa como si fuera el naipe con el que va a ganar una partida de black jack y contiene el aliento. Mira de frente la cara santificada de ese hombre y frunce el entrecejo. Aprieta la mano casi con furia, pero aún con educación campirana. Me mira con sus inyecciones vampirescas clavadas en la yugular y solo atina a decir mientras se acomoda el sobrero de paja irritada

- Qué tenga un buen día, y no se olvide que siempre es bueno leer la Biblia... al menos.




P.

Monday, October 23, 2006

El cine iberoamericano y la soledad


Siete días de ver cine iberoamericano son suficientes para resaltar que los motivos más recurrentes en las películas representativas de este año son la soledad, la nostalgia y un silencio que resulta casi inquebrantable.
Esta cuarta edición del festival Cero Latitud ofrece a los espectadores una selección oficial de películas en competencia que han sido reconocidas en los certámenes más importantes del mundo. Entonces, la carta de presentación de la región iberoamericana es una soledad profunda que a veces se vive en el contexto de la política, otras en función de la migración y la mayoría debido a crisis íntimas, religiosas e incluso románticas. El más relevante de estos retratos es el que ofrece El custodio, gran favorita de la muestra. Julio Chávez interpreta a Rubén, el guardaespaldas de un ministro en la Argentina. Su mirada no denuncia conflictos pero su vida contemplativa siempre detrás de su protegido, de pie frente a la puerta, siempre en silencio causa un efecto de angustia honda y dolorosa. La uruguaya Alma Mater es una mirada al cruel aislamiento que genera la culpabilidad religiosa. Pamela la protagonista es una seguidora de un grupo adorador de las heridas de Cristo y padece la locura del fanatismo. Algo similar sucede en la cinta argentina Los suicidas, cuyo nombre dice bastante sobre del drama de la inadaptación. Daniel Hendler encarna a un periodista que investiga varios casos de suicidios ya que en la mayoría el motivo parece ser una condición incurable. Finalmente, incluso la comedia está acompañada por personajes y ciudades abandonadas como en la boliviana Lo más bonito y mis mejores años, en la que pese a contar lo mejor de la juventud, ‘lo bonito’ se contrasta con un personaje sombrío y pesimista. Con esta reflexión respecto a la temática del cine iberoamericano contemporáneo no se busca estigmatizarlo o segmentar su público, sino lo contrario, atraer las miradas sobre una evolución de esta cinematografía que profundiza en el individuo, deja la violencia social solo como un escenario de fondo y se concentra en la construcción de personajes más cercanos, cotidianos y sólidos.

Friday, October 13, 2006

Santa Lucía

Hace un año y medio dejé la gran metrópoli. Mis huesos crujían de dolor cada noche cuando me acostaba entre las sábanas tan frías que parecían estar húmedas. Lograba conciliar el sueño poco antes de que empiecen a rugir las bocinas de los buses escolares, las volquetas que llevaban ripio hacia el centro, los automóviles compactos de cien mil almas corroídas por una rutina de tráfico, impuntualidad y uno que otro accidente en la autopista. Me levantaba pasadas las nueve y arrastraba mis piernas hacia la cocina. Mi rodilla derecha pregonaba una de sus múltiples protestas por contusiones varias y era casi imposible doblarla. Esa mañana mientras miraba por la ventana a dos mujeres que escudriñaban meticulosamente en las fundas de basura supe que no ibas a volver, que la dieta de frutas deshidratadas no iba a mejorar en nada la circulación de mi sangre espesa, que ninguna otra noche iba a sentir calor y que sinceramente estaba harto de abrir todas las tardes el buzón y encontrar solo los papeles de caramelo con los que los hijos de la vecina le atiborraban.

Entonces decidí venir a Santa Lucía. Fue lo más lejos que pude llegar con este par de piernas lisiadas. Encontré una señal en la carretera en la que estaba pintada la santa y tenía en la mano derecha dos ojos en un cofre de vidrio. La ilustración era entre tenebrosa y colorida como todo lo que hay en este pueblo. Me instalé en el segundo piso de la casa de Carmen una veterana que vende rosarios a la salida de misa y desde ese día no he vuelto a la ciudad.
Santa Lucía es apenas un caserío en ruinas al que han abandonado hace un cuarto de siglo, la soledad de las calles de tierra es tan inminente que me consuela saber que mi soledad es apenas un poco de polvo comparada a la suya. Las paredes de piedra, de tierra, de ladrillos se desmoronan como si fueran terrones de azúcar descoloridos. Los paisanos cubiertos con mantillas esconden sus rostros en misa y desaparecen a la salida como fantasmas.
Todas las tardes me siento en la plaza y leo las páginas amarillentas de uno que otro periódico de 1980 que he podido rescatar del gallinero de Carmen. Le ayudo a desenredar los rosarios para los días de fiesta. A veces me ofrezco a ayudarle a hacer el pan de dulce que su nieto se lleva a vender en la provincia. Las noches son largas y ventosas. El silencio aúlla sin contemplaciones, golpea las ventanas y me golpea en el pecho como un acto de contricción demoledor.

Desde que llegué he intentado ahorcarme dos veces con las enormes cuentas de un rosario de madera que cuelga sobre mi cama, pero el cristo siempre me gana con su peso sólido y la balanza de mi vida insostenible le favorece a él.

No extraño la ciudad, tampoco extraño mi pierna derecha, amputada hace seis meses por un curandero de la provincia, ni mi buzón lleno de papeles de caramelo. Los días se ciernen en Santa Lucía como harina en un colador sin agujeros, mientras espero una aparición que me confirme que he muerto.

Tuesday, June 06, 2006

Me aburres, cariño

Un poco de humor, con tintes locales


Hay algo peor que quedarse enjabonado cuando se acaba el agua caliente, y algo menos interesante que los partidos de fútbol de la selección o ir a tomar en una de esas licorerías para autos..o peor incluso que oír regaeton...(escribirlo ya me hace daño)
Pues si, hay algo peor aunque no lo creas.

Peor es escucharte contarme que no eres como el resto, que a ti también te gusta ver películas extranjeras... como tu dirías de otros países digamos, que no son de los EEUU...
Que tu en realidad solo estabas viendo que pasaba si le ponías un alerón a tu carro pero nunca imaginaste que iba a quedar tan poco presentable...
Si quieres que tome zhumir con fanta solo porque a vos te parece 'que queda buenazo', si crees que es super romántico ir a un mirador a ver 'la luna'... o alguna de esas cosas...y tienes la estampita de la virgencita en la gaveta y un rosario colgado del retrovisor...
Si me sales con que crees que unas florcitas en el lugar de trabajo son el mejor gesto y eso de mandar mensajes al celular a la hora que estoy durmiendo...
Cariño, no solo me aburres, me incitas a crear un club de mujeres que prefieren ponerse mascarillas verdes en la cara e irse a acostar a las 6 bien acompañadas de un fuente de canguil y muy capaces de 'autogestionar' cuando el caso lo amerite...
Espero que estemos claros, y disculpa las molestias yo nunca quise darte mi número teléfono, tú se lo robaste a mi amiga...

Monday, May 29, 2006

Ojos que no ven presienten




He recorrido todas las avenidas de la pena, he ido y regresado del infierno de las calles empedradas recogiendo una a una tus pisadas en el pequeño ataúd de mi nostalgia. Me he asomado a todos los espejos, ventanas, vitrinas donde pueda recuperar el sentido de tu reflejo; exhalo un vaho caliente y con una manga de mi abrigo lo retiro y tu imagen se diluye.
He navegado en sueños tormentosos y con una red he atrapado tu nombre, tu sonrisa, tus negativas y las he sumergido en mis lágrimas hasta dejarlas sin aliento.
Pero mientras más me alejo de tu imagen más renuente es la memoria, más imperante la nostalgia, superlativamente mayor el deseo de rendirme en la batalla contra la memoria del desamor.
Me he arrancado los ojos para no encontrarte en mis retinas, para olvidar tu palidez, la medida exacta entre tu quijada y tus labios.

Suponía que al borrarte, moriría el deseo, pero han pasado los meses, llevo un parche en cada ojo y tu estampa sigue intacta. El lunar sobre el borde de tu labio como una estrella, como una marca en la brújula me lleva inevitablemente de vuelta a la perdición. Parto desde él para alcanzar con las yemas de mis dedos tus parpados semiabiertos, resbalar la mirada hacia el capricho de la curva de tu nariz e ignorar por completo tu ausencia; mientras dos ojos menos me dan la certeza de una demencia inescrutable y un final imposible.

Saturday, April 29, 2006


Redescubriendo la soledad

La angustia del corazón quebradizo me lleva a la calle. El bullicio y la multitud me permiten esconderme del silencio brumoso que me carcome. Me avalanzo a las avenidas citadinas: 50 autos en cada semáforo, detenidos, ansiosos, violentos. 40 personas por cada cruce, abalanzándose sobre los autos para atravesar las calles en manadas sedientas y entorpercidas por el ruido y la contaminación.
Cae la tarde en una ciudad poblada de gestos absurdos y rostros grotescos. Me muevo torpemente entre la masa sudorosa, entre el miedo de la gente a ser atracada en cada esquina. Yo con las manos en los bolsillos, la mente en blanco y el corazón involuntariamente envuelto en una pena radiante, enorme, indisoluble.
Avanzo por la calle, guiada por la multitud, entro a un centro comercial de vitrinas brillantes, poblado de mercadería importada, o tal vez lo correcto sea decir de contrabando. Basura china con leyendas gringas, chanel con etiquetas de taiwan, fragancias empalagosas como para perfumar un funeral. Miro los esperpentos de plástico que lucen trapos de lentejuelas y poliester y me sobrecoge la fealdad, los lunares de carne de las dependientas, el olor a incieso barato, también de imitación, tanto que produciría naúseas hasta a buda.
Me sostengo del vértigo que me impide planear desde el décimo piso y caer espiraladamente sobre el techo del carrusel de la planta baja.
Intoxicada por la estética de la fealdad devuelvo mi espíritu al borde del asco a la calle.
Afuera, luces a medias, 60 carros por semáforo, 50 personas apuradas por cruzar a la siguiente esquina.
Continúo en pie hipnotizada por el tráfico y los empujones. Escucho a medias las conversaciones de la gente. Me intereso poco, me agoto rápidamente, empiezo a desvanecerme mientras busco algún refugio más apropiado.
Mi torpeza me desconcierta, solo atino a entrar a un supermercado, paseo la mirada por los letreros de cada sección, se me nubla la vista pero encuentro sin problema el atajo a la sección de licores.

Encuentro tu rostro en el de una botella de 'cointreau', y a pesar de que es un licor que me produce repugnancia no soy capaz de hacer ninguna relación mental que tenga el más mínimo sentido.
El silencio íntimo en contraste con la veritginosidad con la que se mueve todo a mi alrededor me confude, renuncio a los licores, es muy temprano, me conformo con una taza da café.
Consigo una mesa aislada, me retiro, me inundo de pensamientos oscuros, me duelen las plantas de los pies, me palpita la cabeza como su hubiera corrido una maratón con destino a la desgracia.
Frente a mi un hombre solo en una mesa, toma capuccino, café de damas. El hombre me mira, finge que escribe, o escribe y sin disimulo me mira, yo enciendo un cigarrillo y mi mirada encuentra a 300 metros una puerta de salida. El hombre me mira aún, sin ningún gesto en el rostro.

Me aburro, aflojo el botón de la blusa y el hombre me mira impávido. La puerta de salida sigue ofreciéndome mayor deleite que esas miradas tibias.
Llega una mujer lo sorprende por la espalda, él sonríe y la besa en los labios, ella se sienta frente a él; recorta con su melena insignificante la figura del hombre cuya mirada se diluye mientras contempla su rostro.
Me queda la puerta de salida, me pongo de pie, me alejo, empujo la puerta, hace ruido al abrirse pero nadie voltea. Vuelvo a la calle, es de noche. No hay mayor silencio que el de mi corázón que experimenta un ultimátum, se despostillan las aristas y antes de cerrar los ojos a la grieta que abre mi nostalgia evoco tu rostro pálido y sin ninguna esperanza.


P.