Wednesday, July 04, 2007

Rumbo a Alemania

Inicio de la travesía

Adiós

La travesía empieza a las 04:00. Me despides en el aeropuerto. Dormiste mal, lo sé. Tenías demasiados fantasmas entre el corazón y el ombligo que te obligaban a dar vueltas y vueltas. No hubo preparativos, ni tiempo para consejos o nostalgias, o promesas. Tal vez ese fue el primer error y el último que cometimos... que cometí.

Esta despedida irregular es la primera ancla que el corazón deberá desalojar en el atlántico cuando esté preparado para elevarse en la travesía.


Infierno portuario

Los demonios del terrorismo y los pasajeros inmigrantes han incubado el odio en cada puerto. Las miles de almas en tránsito estamos expuestas a los ladridos prepotentes de los uniformados, seres superiores en el subdesarrollo animal.

Sin nombres funcionaría como un eufemismo cobarde, por eso digo con claridad: Bogotá, poner un pie en suelo colombiano te convierte de inmediato en un sospechoso. Suelo colombiano es la plataforma del avión. Bajar del avión es una amenaza. Tránsito, lo único que uno debe hacer es cambiar de avión. Pero, eso no te cree nadie. Primera seguridad: quitarse zapatos, cinturón, aretes, reloj, chaqueta, bufanda. Segunda violencia: abrir bolso, demostrar la pertenencia de un cuaderno, dos esferos, tres chicles, toallas sanitarias, llaves de la casa (para que traje eso?). Continuar, bolsos revueltos, manoseados, empujado hacia el siguiente control. Tercera violencia: descalzo, con los pantalones cayendo, sin abrigo, detector de metal entre las piernas, en el vientre, en el cerebro. Tome sus pertenencias. Seis metros más allá, Cuarta demostración de odio: repita todos los pasos anteriores.

Avión nuevamente, comida miserable, azafatas apáticas.

Arribo al último puerto antes de cruzar el charco: Caracas.

Poner un pie en suelo venezolano en tránsito a Europa, te convierte de inmediato en un sujeto sospechoso de traición bolivariana, inmigrante ilegal, documentos falsos, visa en desorden.
Dos horas sentados en el suelo. No hay sillas, no hay baños, no hay nadie que sepa dar instrucciones. Un sujeto armado ladra algo que obliga a todo el mundo a sentarse en silencio en el suelo. Culpables de viaje.

Finalmente, luego de dos horas, la versión femenina bolivariana de un doverman que habla: Siguiente...!!! PAPELES!!!!! (Yo no pedí hacer escala en este país, por cierto). A DÓNDE VA???????, Buenos días, a Alemania. PARA QUÉÉÉÉÉÉ????? (Mira el pasaporte, me mira a mi, mira el pasaporte, me mira a mi, mira el pasaporte mi mira a mi. En sus clases de oficiales de migración le enseñaron a intimidar al viajero, lo hace muy mal, pero el resultado final es el mismo). Respondo de mala gana: un seminario. PAPELESSSSSSS, me chilla otra vez. De peor humor respondo: qué papeles????? DEL SEMINARIO QUE DICE QUE VA PUES. Ah! A ver tome, tome.
Me sigue observando, mientras resbala los dedos sucios por el pasaporte y la visa para ver si se desprende la foto y se ve la de alguien más debajo.
Me devuelve el pasaporte yo se lo arrancho sin sombra de buenos modales.

A las dos ecuatorianas que viene detrás la Srta. Doverman (experimento nazi de perros descerebrados pero efectivos para matar) les hace pasar por la misma rutina. DESTINOOOOOOO!!!! Aúlla, Nueva Delhi, la primera, Armenia, la segunda. En ninguno de los dos casos el experimento nazi (bolivariano) sabe donde quedan esos destinos, pero pregunta: Y ESO?? DÓNDE QUEDA??


Fin de la tortura, inicio del viaje

Vuelo sobre el océano. Uno de esos aviones con tantas filas que se necesita hoja de ruta para encontrar el asiento.
Cuando uno empieza a quedarse dormido un señor alto y rubio se acerca te levanta las cortinas y te sirve el desayuno. Miro mi reloj es la 01:00.

En mi reloj de pulsera y en mi reloj biológico son las 05:00 cuando toco tierra. Berlín destino final. Los alemanes no me preguntan mi motivo de viaje ni nada. Me doy cuenta que no tengo ni idea de cómo se dice ni una sola palabra en ese idioma. Y empieza el miedo temprano en la mañana en mi mundo, pero bastante avanzado el día en este continente.
Empieza la travesía. Dos horas más tarde, un bus, y 25 cuadras cargando tres maletas. Estoy en casa ajena nadie me recibe. Mi dirección es Wiclefstraße 3, lo que se pronuncia Bitlestrase o algo así. Siento una depresión profunda e incompresible y me duermo hasta el día siguiente.