Wednesday, January 21, 2009

High on antiandrógenos y estrógenos

El dolor viene desde adentro. Viene desde adentro en oleadas, asciende desde el vientre, se detiene en el pecho y es expulsado generalmente por los ojos y en el peor de los casos por la boca.
El dolor proviene del centro interno y una vez afuera se plasma en el mundo. Una vez afuera se estrella contra las paredes de concreto y dibuja palabras soeces. Una vez afuera, el dolor escupe en la cara de los transeúntes, vomita su pus en los zapatos de los pasajeros de un bus abarrotado.

Una vez afuera el dolor es mis ojos.
Todo lo que veo me irrita profundamente, me pone alerta. Me asustan los colores que amo, me lastima el sol. Mi retina se llena de imágenes ingratas y mórbidas.
Todo lo que veo es la mugre en el cuello de la camisa del hombre que espera frente a mí en la fila. Todo lo que veo es la suciedad en las uñas de la mujer que se sienta a mi lado en la sala de espera.
Hago un esfuerzo sobrehumano para que mis ojos no se salgan de órbita al contemplar la vulgaridad del mundo con sus dientes de oro, con sus cristos sangrantes, con sus vírgenes llorando, con los forros de plástico sobre los muebles de la sala, con las raíces oscuras decorando las blondas cabelleras, con los ternos sastre de las esposas de los ricos, con las señoritas que escoltan a las señoras y amamantan a los hijos recién nacidos de estas últimas.

Una vez afuera el dolor es mi oído: “Endenantes, lo que pasa es que, vuelta me fui a volver, nadien le ha de querer como yo, vuelta me recordé, mi persona osea yo”… La ortografía del mundo, la sintaxis de las voces, la obscenidad de los discursos cotidianos destruyendo toda posible lógica gramatical.
El dolor no está en la incorrección, el dolor está en el aislamiento. Todos se entienden, yo no. No es el aislamiento entonces, es la discriminación.

Una vez afuera el dolor es mi lengua.
El silencio más solemne generado por el dolor de repente se convierte en catastróficas maledicencias.
Mi lengua maldice, mi lengua odia todo lo que mis ojos han visto, todo lo que mi oído ha debido someterse a escuchar y habla y grita odio. Mi lengua profana la ironía y la devuelve como una ácida maraña de rabia.
Mi lengua desconoce el sarcasmo y ataca a viva vos, le grita a la gente, odia a los que amo y me odia a mí.
Mi lengua me odia y me habla de dolor, me seduce y me invita a informarle al mundo cuánto daño soy capaz de hacer cuando siento dolor.

El dolor viene desde adentro, se plasma en el exterior, lo decora, lo vuelve grotesco y me lo devuelve más crudo y oscuro; más hiriente y antihigiénico; más nefasto e inevitable.

Duele. Hasta la felicidad duele.

2 comments:

Malas Manias said...

Acabo de encontrarte y ha sido toda una revelación...
Mientras te leía, veía recuerdos que parecían olvidados, tus descripciones me han traído nuevamente a la retina esos paisajes que creía anclados en el pasado.
Saludos!!!

Anonymous said...

solo subrayando:

El dolor no está en la incorrección, el dolor está en el aislamiento. Todos se entienden, yo no. No es el aislamiento entonces, es la discriminación.