Sunday, January 13, 2008

Elmecherobunsen.com

Santiago Rosero me pidió que escriba un texto para el sitio web colectivo elmecherobunsen.com. El tema era Femme Fatale. No pude hacerlo con exactitud, pero digamos que mi humor lo bordeo con este texto extraño que adjunto a continuación...


Mujer fatal en cuenta regresiva

No he dicho la última palabra sobre las mujeres, creo que cuando una mujer logra sustraerse a la masa, es decir, sobresalirse por encima de ella, es capaz de engrandecerse ilimitadamente y más que los propios hombres

Arthur Schopenhauer


Abro los ojos con dificultad. Mi cuerpo caliente envuelto en una manta ocupa un costado mínimo de la cama. Me cuesta aclarar mis pensamientos, siento la cabeza pesada, la boca seca, las piernas entumidas. Descubro lentamente a la luz escasa de las 6 de la mañana la posición en la que me encuentro. Estiro el brazo y tanteo sobre el velador mis lentes. Me los pongo y empiezo a asociar las imágenes regadas en mi dormitorio con el dolor de cabeza: una botella de vodka a medias, un cenicero repleto de colillas, papel higiénico regado por la alfombra y debajo un sobre de color café con los resultados.

Me cuesta bajarme de la cama, me acerco lentamente al espejo y confirmo mi aspecto patético, mis ojeras dibujadas con el maquillaje corrido, los párpados violetas e hinchados de tanto llorar. No hay nadie. Estoy sola en la casa y sola en el mundo según dicta el vacío que tengo en el estómago.
Me dirijo a la cocina y preparo café. Recuerdo mejor el cuadro de la noche anterior, de los años anteriores, de mi vida con la velocidad de las ráfagas de nausea con sabor a vodka.

Tomo el café y agua con limón para que los próximos ataques de vómito sepan a cítrico y cafeína. Viejos trucos aprendidos de viejos hombres que solo conocí en libros.
Recojo el desorden, abro las ventanas y me encuentro una vez más con el sobre entre las manos. Lo abro y ahí está el útero vacío, endurecido, fibroso y en vías de extinción. En realidad, lo que veo es una mancha cavernosa, un túnel oscuro, un hueco solitario, una señal que se parece a las de los test sicológicos que jamás resolveré con creatividad. El diagnóstico reza una literatura técnica incomprensible, pero hay algo claro: tengo menos de un año para lograr un embarazo antes de que las fibras de mi útero se solidifiquen para siempre. Y decir un año es ser optimista.

En 35 años el único pensamiento que había alejado de mi mente era la maternidad. En mi vida intelectual profunda y deprimente no había lugar para úteros fibrosos solo para estudios de género, inventos románticos sobre misoginia y elegantes panfletos contra la dominación de la vagina en beneficio de la continuación de las especies. Que se acabe el mundo que las mujeres no pariremos más hombres, que se acabe el mundo, que el amor no existe, que el sexo es una masa informe de derroches pasionales sin fin, ni finalidad.

Una vida destinada a atacar las relaciones edípicas de cientos de caballeros que desfilaron triste y anónimamente por mi vida. Estudios críticos, técnicos y literarios que justificaban el pánico al compromiso con el miedo a la mujer vampiro, a la vagina dentada que se come a los hombres, que acaba con su virilidad, con la voluntad y el espíritu. Las mujeres de mi construcción literaria fueron los monstruos míticos, las medusas, las brujas que hechizaron a Ulises, las bacantes bailando desnudas en trance y adorándose entre ellas, las hechiceras quemadas en la inquisición, la Celestina, Salomé, Clodia, Mata Hari, Mae West y luego en mi tiempo libre y privado fabrique altares a la mujer moderna que podía ser perfectamente Carolina Herrera, Carry Bradshaw o Margaret Thatcher.

Todo sea por la noble causa de contradecir a Platón, abofetear a Schopenhauer y decirle a mi padre que las mujeres no somos el adorno social más políticamente correcto.

Deambulando por la vida con semejante filosofía hay que ser necesariamente una mujer liberal para no contradecir el estereotipo. Tenerlo todo, pero nunca dar nada a cambio. El amor es una trampa en la que nunca caí, aunque muchos cayeron por mi y experimentaron corazones exprimidos y maltratados de forma irreversible.

Ahora, con este sobre en las manos, sin nadie para amar y con una sensación de vértigo trágica entiendo que todo lo que quisiera es tener un hijo...claro, que espero que no sea varón, pero...en fin.

Me miro en el espejo, me termino el café y decido: seré madre a como de lugar aunque aquella empresa traicione mi manoseado credo. Me convertiré en una mujer fatal de vestido ceñido, zapatos de taco, risa moderada y conversación atractiva. Mediré mi temperatura, antes de salir de la casa, olvidaré arbitrariamente los preservativos, no tomaré ningún trago para no arruinar la concepción.

Dibujo el cuadro en mi mente, abriéndome paso entre mis antiguos colegas, para buscar a algún recién graduado, fuerte, con esperma sana y no contaminada aún por la disquisición intelectual mezclada con alcohol. Caminaré hacia él y le soltaré alguna frase de mi repertorio shakesperiano, mientras inclino mis hombros blancos y delicados sobre los suyos, en un ademán de apareamiento. Empieza a interesarse, pero me reconoce: Usted no es la que escribió.... Sí, sí amor, pero eso fue hace mucho. Se enfría. Me tomo la molestia de buscarle un trago, de invitarle a bailar, aprovecho para sugerirle el camino hacia mis caderas, portadoras del útero en vías de extinción. Me dice que irá al baño. Conozco de memoria esa excusa, así que le sigo y le espero en la puerta para que no se largue con sus espermatozoides a donde no pueda alcanzarlos.

La noche es larga, yo insisto en besarle el cuello y acercarme cálidamente a su lado. Hasta que finalmente se anima: A tu casa, pregunta. Claro amor, a mi casa en la tuya están tus padres. Era un chiste, él lo toma mal. Tranquilo, es solo una broma. Hacemos el camino en silencio. Llegamos y mientras poso de mujer semidesnuda el joven alucina con mi colección de libros. Hora del chantaje emocional: Te gusta alguno... Todos, responde. Elige uno, el que quieras, insisto. Es inteligente el padre de mi hija, escoge El libro del desasosiego de Pessoa, una edición única que traje de Portugal. Solo sonrío y le digo: Buena elección, mientras le llevo hacia la cama. Sucede. Se viste, me agradece, se larga sin desayunar, se ha robado más libros, lo sé lo vi mientras iba al baño. Quedan algunos días para saber si estoy embarazada sucederá lo sé.

El cuadro que he pintado es claro y verosímil en mi mente mientras sigo sentada en el filo de la cama con el sobre de los resultados en las manos, nadie a quien llamar, un año de plazo y un útero de hule que se retuerce en mis entrañas mientras desea que todo hubiera sido distinto.

2 comments:

Anonymous said...

Casi comico. Quien diablos decide robar libros.

Anonymous said...

Crio de mierda, robar libros mientras cagas!?