Monday, February 16, 2009

Freaking Valentine

Frente a mi ventana hay una valla enorme colocada sobre la autopista. Una entre docenas que abarrotan la ciudad. Pero ésta, de unos 10 metros de ancho por cuatro de alto, me mira todas las noches cuando me asomó al balcón. En realidad los que me miran son dos gringos guapos, una hermosa pareja de dientes blanqueados. Ni siquiera me miran, sus ojos azul verdosos atraviesan mi ventana, sus ojos cargados de ilusión recién pagada con Mastercard, miran hacia el infinito. Abrazados y refugiados en sus abrigos “North Face” y en toda la indumentaria para esquiar –tan propia de Quito-

La valla está iluminada con varios reflectores enormes. Una noche mientras fumaba en el balcón logré distinguir una sombra que se cruzaba en el cuadro del “amor a la americana”, una mancha oscura que bajaba y subía. Se trataba de una mariposa, seguramente grande y valiente, para haber llegado tan alto y para buscar calor en uno de esos focos de 500 vatios. La vi subir y bajar, una, dos, tres veces…su sombra ascendía, se extendía, se estiraba…divertido vuelo que duró aproximadamente, lo que según yo, debe durar el amor a la americana, unos 45 segundos.

Lo próximo que vi fue un humo blanco que se mezclaba con la neblina capitalina y juro que si no hubieran pasado tantos autos por la avenida hubiera podido escuchar un: ¡chis! prolongado y húmedo como el de la plancha de vapor.

Ese tremendo acto heroico me dejó pensando en la mortalidad de los insectos, en la mortalidad en general y específicamente en la mortalidad del amor. Por un lado, pensaba que eficiente tener focos tan poderosos en todos los rincones de la casa y encenderlos cada que una babosa, araña o alacrán se atreva a cruzar los límites entre el sifón y los dormitorios. Las vería llegar, me instalaría detrás del reflector y cuando la proximidad sea precisa encendería…¡Chis! nubes calientes de vapores insectívoros.

Sobre la mortalidad en general ya no recuerdo que pensé.

Del amor específicamente, me inventé una metáfora más bien ácida y apropiada para los valentines. Cualquiera que busca calor de ese modo: grande y valiente….subir y subir y subir para llegar a un sexto piso y luego estrellarse directamente contra la luz es un héroe, un héroe bastante estúpido que se quemó a los 45 segundos de amar.

¿O más bien será que todo amor es así? Luz y calor, espejismo de luz y calor, espejismo de luz y calo…¡chis!... finalmente todo bicho que busca calor está destinado a morir a la brasa.
Solo el “amor a la americana” se salva. Mientras yo contempló estupidizada a la mariposita que muere y pierdo aproximadamente tres horas en reinventar “la mortalidad del insecto”, la pareja de la valla sigue mirando al infinito, totalmente ajena al cadáver de mariposa incinerado a sus pies y con la misma sonrisa diamantina en la boca…imperturbables, no como yo, perturbada por una valla, un bicho volador y un maldito san Valentín.

Creo que es mejor alejarse de las ventanas, cerrar las cortinas y esconderse de la publicidad.

5 comments:

ACS said...

Es mejor alejarse del amor a la americana... eso hago yo. Aunque en este punto creo que me alejo de todo amor posible, tanto como de las arañas, las babosas y los alacranes.

Anonymous said...

S. intensa,
me alegra leer tus textos arrancados desde lo más profundo de la ir-racionalidad, la piel e, incluso, desde el vientre. Algunas letras me llegan, pero me esquivo, otras se me clavan sin otro destino. Lo disfruto y algún rato también me arranco en letras lo que guardo dentro! Y sí he ido a varios zoológicos y sí que asco apestan y sí es casi pronográfica la miseria de los zoo-reos.

La Jaspia del extinto desplumarte

solanda said...

Era mi primer San Valentín con un hombre que me amaba y en realidad amaba. Era un amor de adultos, de gente lúcida y sesuda, por eso me parecía más conmovedor, hacer el amor y decir: te quiero, te quiero, te quiero, entre besos pero sabiendo que los besos no existen. ( sí sé que es raro) Son cosas que jamás pasan. Uno no cree ideales. El hombre que amaba me envió siete veces siete versiones de una canción por el número de meses que estábamos juntos, lo hizo para Valentín. Me pareció conmovedor y dulce. Luego me terminó a las semana siguiente porque dijo que yo lo estaba presionando. Sí, el amor es una mariposa quemada. Escribes bien Paulina, Sol

P. Simon Torres said...

Hola Sol, gracias por aparecer por aquí...lástima no, es verdad uno no cree en ideales...y nada hará que uno cambie ese pesimismo con un optimismo torpe y amoroso...

un abrazo amiga

Anonymous said...

¿O más bien será que todo amor es así? Luz y calor, espejismo de luz y calor, espejismo de luz y calo…¡chis!... finalmente todo bicho que busca calor está destinado a morir a la brasa.

de acuerdo con lo que dices, al menos a mi siempre me ha pasado así...